CIUDAD DE MÉXICO, 19 de julio.- La reciente fotografía de un drone en vuelo, con sus pequeños cohetes adosados y listos a dispararse, es la representación de una pesadilla: la “democratización” de la guerra a control remoto.
El aparato pertenecía al Movimiento de Resistencia Islámico (Hamas, por sus siglas en árabe) y fue lanzado para tratar de atacar blancos en Israel durante la más reciente oleada de hostilidades en Oriente Medio.
Y la “democratización” de ese método de guerra no se refiere tanto a que sea algo popular, sino que es una tecnología cada vez más al alcance de cualquiera.
Lo que hace algunos años estaba sólo al alcance de los gobiernos ahora parece al de cualesquiera que tenga la imaginación, la paciencia y los materiales adecuados.
De hecho, según información atribuida a la Agencia Antinarcóticos estadunidense (DEA), desde 2011 los narcotraficantes mexicanos han fabricado sus propios drones para envíos de droga al norte de la frontera.
“Una vez, y no hace mucho, las fuerzas armadas tenían los mejores juguetes… ahora los papeles están siendo cambiados”, proclamó el semanario The Economist en febrero pasado, al reseñar la forma en que un equipo de investigadores universitarios había fabricado un UAV (vehículo aéreo no tripulado, por sus siglas en inglés) por sólo dos mil dólares, con base en un teléfono celular, aplicaciones gratuitas y una impresora de tercera dimensión.
Y en un mundo donde el más barato de los UAVS usados por las Fuerzas Armadas estadunidenses cuesta 75 mil dólares
—el más caro está por encima de 12 millones de dólares— ése es un aviso importante.
“Aunque estas nuevas armas no transformarán el sistema internacional de manera tan fundamental como lo hicieran la proliferación de armas nucleares y proyectiles balísticos, aún pueden ser usadas en formas que son altamente desestabilizantes y mortales”, advirtieron Sarah Kreps y Micah Zenko en un artículo publicado por la influyente revista Foreign Affairs.
De hecho, hace poco una consultora estadunidense, el Teal Group, estimó que el mercado anual para investigación, desarrollo y adquisición de UAVS llegará a 11.6 mil millones de dólares y probablemente se duplique en menos de diez años.
En ese sentido el UAV es una forma barata de adquirir una fuerza aérea: un avión F-16, como los que usa Israel por ejemplo, puede costar más de cien millones de dólares, sin contar mantenimiento y que el costo directo de la hora de vuelo está alrededor de los 25 mil dólares.
“Dado el relativamente bajo costo de los drones —de por sí mucho mas económicos que los costos de un avión-caza y entrenar a un piloto—, los drones armados probablemente jugarán un papel clave en conflictos futuros”, precisó Peter Bergen, un veterano corresponsal de guerra, analista militar y ahora director de la New America Foundation.
Hace apenas cuatro meses un experto militar israelí, el general Shachar Shoihat, había advertido al intervenir en una conferencia sobre seguridad que tanto Hamas como Hezbolá, una agrupación extremista musulmana vinculada con Irán y con presencia armada en Siria y Líbano, usarían aparatos aéreos no tripulados para atentados contra su país.
“Tendremos que enfrentar docenas de UAVS, tanto en la frontera norte como la sur”, dijo.
El aviso tiene su dejo de ironía. Israel es uno de los principales fabricantes —y exportador— mundiales de UAVS y de tecnología para su uso tanto en lo pacífico como en lo bélico.
Israel, como decenas de gobiernos, posee una flotilla de UAVS; pero al margen de cualquier cosa es un gobierno establecido. Hamas y Hezbolá son movimientos armados que tienen o parecen tener el respaldo de gobiernos. La posibilidad de que otros actores menos establecidos puedan usar los drones preocupa a muchos especialistas en seguridad.
De acuerdo con la New America Foundation, 82 países tienen algún tipo de UAV, y muy pocos de ellos del tipo armado. Pero entre los que los poseen se encuentran Rusia, China, Gran Bretaña, Israel e Irán, ademas por supuesto de los Estados Unidos.
Y ahora, se sabe, también Hamas y Hezbolá.
De acuerdo con reportes israelíes, Hezbolá tendría una flota de por lo menos 200 de esos aparatos, suministrados por Irán, y ya los usa para espionaje con vuelos nocturnos en la frontera israelí, aunque se cree que también sobre las zonas de Líbano y Siria donde sus hombres participan en operaciones de combate.
Los aparatos no tripulados y guiados a control remoto, que hace apenas 13 años eran la joya de la corona militar estadunidense y comenzaban a aparecer con cámaras o armas en los cielos árabes, parecían el cumplimiento de aquella advertencia del general estadunidense Henry Hap Turner, que durante la Segunda Guerra Mundial auguró que “la siguiente guerra podría ser peleada por aeroplanos sin hombres a bordo”.
Turner trató de cargar aviones de la época con explosivos y aparatos de control remoto, pero sin éxito. Sin embargo, los avances técnicos que permitieron juegos como el aeromodelismo y ahora mucho más, permiten que los drones puedan rebasar límites que parecían lejanos.
La información está ahora prácticamente en el dominio público y países como Irán han logrado crear sus propios UAVS, con alcance de vuelo hasta de dos mil kilómetros.
La tecnología ha proliferado y el uso de drones como aparatos de vigilancia o como armas de combate parece en el umbral de hacerse común.
Claro que hay diferencias entre los sofisticados y caros modelos estadunidenses respecto a los modelos. Sin duda más primitivos y modestos, desarrollados por Hamas.
Pero el problema es que los tienen. Los israelíes por ejemplo, temen que alguna de las organizaciones militantes que luchan en su contra puedan cargar sus drones con explosivos, de unos cuantos kilos hasta cargas de cientos de kilogramos.
Los modelos estadounidenses de UAVS pueden costar diez o doce millones de dólares, medir 20 o 30 metros de largo y permanecer en vuelo 20 o 30 horas; para otros, la mera posibilidad de lanzar unos cuantos modestos aparatos con unos kilos de explosivo puede valer la pena.