¿El futuro? Se me convirtió en pasado cuando trataba de alcanzarlo…
En su esencia más íntima, el sufragio universal es el ejercicio del libre albedrío, es el alma de la democracia, pero en su más cruda realidad, tal vez es tan sólo un espejismo, un ideal del deber ser del Estado, imposible de alcanzar.
Por definición, el sufragio universal es el derecho de voto, para elegir a sus gobernantes, que tiene toda la población adulta de un Estado, independientemente de su raza, sexo, creencias o condición social, pero está llena de acotaciones que limitan el libre ejercicio de ese derecho ciudadano:
• La primera es la condición de ciudadanía. Los extranjeros no pueden votar aunque tengan mucho tiempo de radicar en un determinado país, tienen que obtener la ciudadanía para poder hacerlo.
• La segunda es la condición de lucidez mental. Las personas que padecen enfermedades mentales asociadas con la edad (Alzhaimer o demencia senil) y las personas que padecen enfermedades mentales que distorsionan la realidad, como la psicosis, la esquizofrenia, la locura, etc., no pueden ejercer el derecho del sufragio universal.
• La tercera es la condición de obediencia debida. Las personas que integran las fuerzas armadas, las que tienen restringidos sus derechos de libertad (presos) y los ministros de culto, tampoco pueden ejercer este derecho.
Retomaré la condición de lucidez mental para desarrollar la tesis del sufragio universal como espejismo de la democracia.
Los ciudadanos “normales”, es decir, los que no padecen de enfermedades mentales, pueden elegir libremente a sus gobernantes, pero la lucidez implica conciencia y la conciencia implica conocimiento y comprensión de las opciones a elegir. Para eso necesitamos conocer a los candidatos y sus propuestas de gobierno, y la forma en la que podemos acceder a ese conocimiento es a través de los Medios Masivos de Información (MMI), pero como los MMI son aparatos ideológicos del Estado que difunden el discurso de los grupos oligárquicos del poder, la información que nos llega de las opciones a elegir, está matizada por su visión de clase, es decir, los grupos que detentan el poder imponen su opinión sobre las cualidades de las diversas opciones, para que los electores elijan la que les garantice continuidad en el control de los privilegios que disfrutan, así, las campañas políticas para acceder a cargos de representación popular, se construyen con discursos retórico-demagógicos, centrados en el culto a la personalidad, en una máxima exaltación del hedonismo, en las que loe menos importante, es el proyecto político de gobierno que proponen desarrollar. Pareciera ser que las campañas por acceder a la dirigencia de los cargos públicos, consiste en un concurso por inventar las mentiras
más bellas de la visión de un Estado próspero e incluyente, y lo peor es que los votantes saben que son mentiras, pero como todas las opciones hacen lo mismo, entonces se consuelan con pensar que votan por la utopía más bonita, y la más bonita, obviamente, es la que dicen los MMI que es la mejor, pero esa opinión no es otra que la de la oligarquía en el poder, porque es la que tiene el capital para pagar a los MMI; luego entonces ¿el sufragio universal se ejerce bajo un estado de lucidez mental? ¿Si los votos se compran a cambio de saciar momentáneamente el hambre de los desesperados, o a cambio de un pedazo de tierra para vivir, a pesar de los riesgos de instalarse en una zona con un alto potencial de desastre natural, el sufragio se ejerce en plenitud de conciencia? ¿En estas condiciones de enajenación mental, se puede decir que el sufragio universal es un ejercicio de expresión de la libertad? Pues lo más asombroso es que la respuesta es afirmativa: en un Estado demagógico, el pueblo tiene el poder de elegir libremente a sus verdugos.
¿La democracia? Se me convirtió en demagogia tratando de alcanzarla…
Sergio Francisco Chapela Preciado