Europa llega a América por el océano Atlántico y se apodera de sus riquezas en nombre de Dios y del imperio español.
En una lucha desigual, perdida premonitoriamente por los americanos, debido a una visión de los sacerdotes mexicas, El imperio Azteca padeció en carne propia el sometimiento violento de su cultura. “El que a hierro mata, a hierro muere” versa el refrán. Los reinos sometidos por la fuerza belicosa de los Aztecas, se unieron al invasor para liberarse y vengarse de sus opresores, sin imaginarse que ese esfuerzo se revertiría en su contra, “nadie sabe para quien trabaja”.
Si los dioses supieran el desenlace final de sus contiendas, ¿continuarían jugando el juego de la guerra? ¿o continúan jugando porque realmente no saben cuál será el desenlace final, y le apuestan a la victoria? ¿procuran el triunfo para vanagloriarse y abonarle a su ego, o para adquirir más poder sobre los mortales humanos? ¿o más bien, son los mortales y pecaminosos humanos, los que juegan con los dioses para justificar sus atrocidades en la búsqueda del poder absoluto? ¿o la verdadera lucha se da entre los dioses y los demonios y sus juguetes de guerra son los cándidos humanos, que creen en cualquier cosa sobrenatural para justificar la desgracia?
¿Quién ganó y quién perdió en la guerra de la conquista de Mesoamérica? ¿Jesucristo venció a Quetzalcóatl, a Kukulkán, a Inti y Pachamama, o el imperio Español venció al imperio Azteca, al imperio Maya y al imperio Inca?
Si fue un juego de guerra entre Dioses, aparentemente Quetzalcóatl ya sabía que iba a perder, porque les permitió a sus sacerdotes, ver su caída como imperio, en una visión premonitoria, e incluso, envió a sus mortales el nombre de su último emperador: Cuauhtémoc (Águila que cae), como un presagio de lo inevitable. ¿Pero si ya sabía, entonces para qué lo jugó? ¿o simplemente tenía que cumplir con su destino? ¿y si hasta los dioses tienen que cumplir con el destino, entonces quién o quiénes lo diseñan? ¿acaso existe un Dios superior a todos los dioses que las diferentes culturas humanas adoran, al que obedecen los subdioses? ¿y qué pasa con los cielos de los dioses perdedores? ¿al perder la batalla Quetzalcóatl, el Mictlan desaparece? ¡Por Dios! ¡Que complejo se pone este asunto!
O bien, se trata de una lucha entre mortales poderosos, que enfermos de poder, buscan aumentar su riqueza, disfrazando su ambición con dones divinos, en cuyo caso, los dioses no son más que instrumentos de su codicia.
¿Se imagina usted a Jesucristo aterrorizando a los nativos americanos, con bestias antropozoomorfas, de cuatro patas, con dos cabezas, una de animal y de otra humano, vomitando fuego de sus armas y sacando de la manga un As cuando veía en riesgo el triunfo (el árbol de la noche triste), arrojando un puño de virus de viruela a los indefensos pobladores mesoamericanos, al más puro estilo de la guerra bacteriológica, con una sonrisa burlona hacia Quetzalcóatl, como retándolo a que supere eso?
La mera verdad, yo no me lo puedo imaginar, eso parece una abyecta alucinación de una droga psicotrópica ¿cómo se puede transformar la imagen de un ser, que la religión católica cristiana describe como un ser de amor, que entregó el sufrimiento de la tortura de su cuerpo como pago de los pecados de toda la humanidad, en un ser sádico y perverso? Y sin embargo, los soldados y sacerdotes españoles que llegaron a América, mataban en nombre de él, unos con la espada y los otros con la cruz (la “Santa” Inquisición es un claro ejemplo) ¿No es esto un atentado contra la lógica más elemental?
Pero como no nos podemos quedar con la contradicción, como el discurso acabado de un dogma histórico, necesitamos explicaciones lógicas para poder comprender la historia, por lo que es más asequible la versión de la lucha por el poder, alimentada por la ambición “humana” (que más bien es inhumana) en la que los dioses actúan como instrumentos del poder, que justifican cualquier sacrificio en aras de la obtención del paraíso eterno.
Visto así, cobra sentido que una tecnología más desarrollada (las armas de fuego), combinada con virus ante los que no tenían defensas inmunológicas, los invadidos; más las alianzas que lograron los invasores, de los pueblos que mantenía sometidos el imperio Azteca, más la ideología religiosa, enarbolada por un Dios Omnipotente y Omnipresente, que además empataba muy bien con los símbolos de las religiones mesoamericanas (la vírgen embarazada por Dios, el aparente politeísmo representado por Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo, el Dios que sacrifica su carne y su sangre por la salvación de la humanidad, que además se come y se bebe, la sustitución de la Diosa Tonantzin por la Vírgen de Guadalupe, que por una diosidencia -ya que en este caso no podríamos decir coincidencia-, resultó ser morena, justamente en el cerro donde los mexicas adoraban a ésta, etc.), más la visión premonitoria de derrota que tenía el imperio Azteca a la llegada de los españoles, son los factores que explican con lógica profana, el triunfo del imperio de España sobre los imperios Americanos, o bien, el triunfo de la ambición europea sobre las riquezas de América para salvar de la bancarrota al imperio español.
Parece que de esta forma se entiende un poco mejor nuestra historia.