- Fueron creados en 1940 para confrontarse violentamente y frenar la organización de la comunidad universitaria, que en ese entonces se manifestaba contra el estado mexicano
08/09/2018.- El pasado martes, la rectoría de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) anunció la expulsión de 18 porros e identificó a tres organizaciones de este tipo involucradas en los hechos violentos de Ciudad Universitaria.
El Jefe de Gobierno de la Ciudad de México, José Ramón Amieva apuntó que estos grupos contaban con organización previa y el gobierno capitalino difundió videos del C5 en el que se aprecia el recorrido que realizaron estos porros desde Naucalpan, Estado de México, a bordo de unidades del transporte público y automóviles particulares.
Las agresiones a cargo de grupos identificados como “Treinta y dos”, del CCH Azcapotzalco; “3 de marzo”, del CCH Vallejo; la “Federación de Estudiantes de Naucalpan” dejaron un saldo de al menos 4 estudiantes heridos, dos de ellos, con lesiones de consideración.
Los “porros” son grupos de choque que cuentan con una existencia de siete décadas, creados en los años cuarenta, fueron diseñados para confrontarse violentamente, y frenar la organización de la comunidad universitaria, que en ese entonces se manifestaba contra el estado mexicano.
Se señala que fueron las propias autoridades las que conformaron estos grupos porriles como una forma de contrainsurgencia al interior de las instituciones educativas, con el propósito de impedir la organización de comunidades de protesta social.
De acuerdo con los registros históricos, en la década de los 50 se propagaron en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y el Instituto Politécnico Nacional (IPN). Gradualmente adoptaron estructuras semejantes al sindicalismo oficial, sólo que se denominaron federaciones universitarias.
La participación de grupos porriles en el Movimiento del 68 fue relevante y a pesar del costo social, siguieron operando después del 2 de octubre.
Los porros integran generalmente a sus filas a jóvenes y adolescentes que provienen de hogares violentos y desintegrados, aprovechando el enojo que mantienen en su personalidad y así utilizarlos como elementos de choque.
El Heraldo de México