J Isabel Salazar Martínez
Apenas el pasado mes de febrero del año en curso, debido a las reformas estructurales planteadas e impulsadas por el Presidente de la República Enrique Peña Nieto amnte el Congreso de la Unión, la agencia calificadora Moody’s Investors Service elevó el grado de confianza financiera internacional de México a A3, luego de que por más de catorce años nuestro país se había mantenido su upgrade en Baa1. Para los analistas financieros esta actualización obedeció a una perspectiva estable y con tendencia a una mejoría de las condiciones económicas de México durante el año 2013. Lamentablemente, apenas concluido el primer trimestre de 2014, INEGI dio a conocer que durante ese período se registró un crecimiento económico de apenas un 0.27%, cifra que casi de inmediato el titular de la Secretaría de Hacienda se vio obligado a reconocer, atribuyéndola a múltiples factores, entre ellos a la demora del legislativo en aprobación de las leyes secundarias en materia de energía (y comunicaciones-agrego yo-, que para algunos gobiernos extranjeros es un indicador de democracia), lo que constituye para la inversión extranjera un hito de desconfianza-
Esta reducción del PIB, tan lejos del 4.0% proyectado para este año, movió al sector público a ajustar la proyección a un 3.0% anual. Sin embargo, para en el sector privado, el Grupo financiero (Banco y Casa de Bolsa) Holding Monex redujo, ahora en junio, a 1.9% el pronóstico de crecimiento en México para este año.
Ante las opiniones de académicos y analistas financieros respecto de una posible recesión, el Srio. de Hacienda y Crédito Público Luis Videgaray Caso se apresuró a declarar que México no observa una condición recesiva sino un proceso de desaceleración económica, diagnóstico que a mi juicio es honesto, pero que debió ser previsto al plantear una reforma hacendaria fundamentalmente “recaudatoria” como también honestamente la califico, en una economía que no se sustenta en la confianza en los inversionistas nacionales ni extranjeros, ni en indicadores óptimos de productividad, ni en el ahorro, pero que lamentablemente ve crecer el gasto público.
En este contexto, y todavía con el rejón que les dejara el cineasta mexicano Alfonso Cuarón –yo pregunto como simple ciudadano “cuándo habrá resultados”-, el Sr. Videgaray Caso aseguró ante empresarios regiomontanos (21/05/2014) que habría resultados “pero no pronto”, posteriormente cuando el 24 de mayo el Dr. Carstens dio a conocer que Banxico ajustó a la baja su pronóstico de crecimiento de la economía para este año, a un rango de entre 2.3 y 3.3%, y que 2015 habrá de mantenerse sin cambio (entre 3.2 y 4.2%, con una inflación por arriba de 3.0%) pues para ese año, “… no se esperan medidas tributarias que afecten los precios como en 2014”. Así, el 27 de mayo, en la reunión nacional de consejeros de BBV-Bancomer El Sr. Videgaray declaró que pronto se tendrían signos positivos en la recuperación económica, y manifestó un incremento del 17% de la inversión extranjera, un 3.7 en las exportaciones, un crecimiento anual de 2.7% y un 46% en el Gasto Público- sobre este último dato saque usted sus propias conclusiones-.
La visita de Estado que el presidente Peña Nieto realiza por Europa –Portugal y España- obedece a acciones estratégicas para atraer capital, pero si la base de dichas negociaciones se establecen sobre obra pública terminarán significando una erogación para el Estado, véase como cuenta y gasto públicos, como finalmente ocurrió en los anteriores sexenios la ampliación de las redes carreteras, puentes, puertos marítimos, y aeropuertos, cuyas pérdidas termino por absorber el Estado, amén de los tejemanejes fraudulentas de algunos funcionarios y empresarios.
Más allá de las cifras que manejan el Sector Público y el Sector Privado, es evidente que los dueños del capital están a la expectativa, y la reciente reducción de las tasas de interés en medio punto porcentual, anunciada el pasado 6 de junio por el Dr. Agustín Carstens, Gobernador de Banco de México, es un indicio, si no prueba de ello. Llevar el interés como indicador de referencia de 3.5% a 3.0% por ciento es una estrategia que tomo por sorpresa a los asesores de la Banca privada, pues se esperaba que este 3.5% se mantendría todavía por en el resto el año. La medida es buena para empresarios e inversionistas, busca alentar la inversión y a mover el capital esperando hacer crecer la planta productiva, pero en este caso particular no advierto la conveniencia para el común de la gente; el consumidor se puede ver tentado a comprar más bajo un mal entendido ahorro, “un aparente buen fin”, pues en forma inmediata no podrá advertir la anunciada disminución de precios.
Particularmente no dudo de la capacidad, buen juicio e intuición financiera de Agustín Carstens, que en este caso actúa “conforme al librito”, pero la medida puede tornar un cariz inflacionario. A modo de símil, es como tratar de dar marcha a un motor bajo de energía dando piquetitos al arranque…, si funciona gana México y ganamos todos, y si no… ¿recesión o estanflación?